En este post, tenemos la intención de arrojar datos con perspectiva científica sobre la homosexualidad. No se tratan de opiniones personales, sino más bien datos empíricos y conclusiones generales que muestren la realidad sobre mitos y creencias populares.
1. Las personas homosexuales son más promiscuas que las heterosexuales.
Esta afirmación, da por hecho que las personas homosexuales tienen un patrón de conducta fijo y diferente al de las personas heterosexuales.
El origen de este mito, puede estar relacionado con la desvinculación de las relaciones sexuales homosexuales con la reproducción, el uso de preservativos y el desconocimiento sobre el VIH y las ITS que hubo en los años 80, cuando el tabú con la homosexualidad era más fuerte que nunca. Además de a las personas gays, este mito está muy relacionado con las personas bisexuales, por la falsa creencia de que al sentir atracción por personas de ambos géneros, tienes más posibilidades de mantener relaciones sexuales.
Actualmente, con la información que tenemos, la educación y a través del análisis de datos de diferentes estudios e investigaciones se puede concluir que la orientación sexual no constituye una variable que infiera de forma significativa en el impulso sexual.
Si te interesa el tema, y quieres conocer los detalles, puedes leer este artículo de Richard A. Lippa donde hace una comparativa con más de 200.000 sujetos experimentales concluyendo que las personas bisexuales tienen impulsos sexuales similares al resto.
2. Las personas homosexuales tienen más riesgo de tener enfermedades de transmisión sexual.
En los años 70, cuando aún se desconocía todo sobre el VIH, comienzan a reunir datos sobre la enfermedad, sin realmente saber en que consistía y es cuando en el año 81, el Centro de Enfermedades Infecciosas de Atlanta, emite un comunicado con la descripción de 5 pacientes occidentales contagiados con este virus. Los cinco pacientes eran hombres homosexuales activos, por lo que rápidamente forman parte del primer grupo de riesgo. De hecho, se forma el primer nombre a la enfermedad GRID (Inmunodeficiencia relacionada con los gays). Más tarde, se incluyen heroinómanos, haitianos y hemofílicos, siendo este último grupo el que aporta bastante información sobre la enfermedad.
Pocos años después, en el 82, ya había información suficiente sobre la enfermedad como para saber que se transmitía a través de relaciones sexuales sin anticonceptivos. Eso, y que la homosexualidad no estaba normalizada fueron el cóctel perfecto para campañas de publicidad sobre la vida en familia, tradicional y sobre como iban a morir todas esas personas que se salían de la norma. Hay que comprender, que en aquella época, el mito de la promiscuidad en la población gay ya tenía bastante fama y que el SIDA era sinónimo de muerte.
En ese momento, surge la necesidad de prevenir a través de métodos anticonceptivos. Hasta el momento, ninguna otro enfermedad de contagio sexual había asustado tanto a la población general.
En la utilización de anticonceptivos y en el conocimiento que tenemos sobre estos, no influye ni el género ni la orientación sexual. Una educación basada en igualdad puede ofrecer las carencias que se encuentren en los malos hábitos y usos de las técnicas anticonceptivas. De hecho, cuando la homosexualidad está estigmatizada es cuando puede dar lugar al desarrollo o propagación de ETS ya que se descuidaría la educación sexual en este colectivo, volviéndolo a relacionar de una forma tan directa con problemas de salud y drogas.
3. La crianza por parte de los homosexuales es peor que la de los heterosexuales.
Las investigaciones más recientes concluyen que la crianza de padres LGTBI+ es igual que la de padres heterosexuales y que no tiene ningún efecto negativo en los hijos. Por tanto: no hay más probabilidades de que los hijos sean gays, no existen mayores tendencias de abusos ni tienen problemas de identidad de género.
Además, los estudios indican que para el desarrollo de los niños es más importante los vínculos estables y el compromiso por parte de los adultos, siendo esto algo totalmente válido en todo tipo de relaciones.
Al no encontrar diferencias significativas en el desarrollo de los hijos de padres heterosexuales y homosexuales, se deja en evidencia la intencionalidad de los medios y discursos políticos que no están sostenidos con evidencias científicas.
4. Se puede curar la homosexualidad.
Desde el siglo XX (y posiblemente antes) se ha intentado «curar» la homosexualidad o utilizar las famosas «terapias de conversión». Estas, son prácticas pseudocientíficas que intentan modificar la atracción sexual de las personas homosexuales para «convertirlas» en personas heterosexuales.
El intento de «curar» o someter a alguien a terapias de conversión tiene consecuencias muy negativas en el paciente. En primer lugar, el terapeuta se posiciona en contra de la orientación sexual, sin ofrecer un entorno de comprensión y diversidad donde el paciente pueda expresar sus miedos con respecto a la sexualidad. Con la existencia de este tipo de pseudoterapias, se niega el derecho de una persona a desarrollar su orientación sexual, apoyando los pensamientos disonantes que pueda tener. Se invalidan los sentimientos del paciente y puede llegar a incrementar la homofobia internalizada del paciente.
Por tanto, por un lado, nos encontramos que estas terapias no tienen validez y por otro, que sus consecuencias pueden llevar a incrementar los síntomas de ansiedad y depresión.
Este tipo de terapias, de muy dudosa metodología suelen estar acompañadas o muy influenciadas por la religión. De hecho, en 2017 una encuesta anónima de personas LGTQ+ con más de 108.000 respuestas concluye que el 2% de estas personas se habían sometido a terapias de conversión. De estos, el 51% la habían recibido a través de grupos religiosos. Por lo que podemos observar, como la ideología se antepone al bienestar del paciente.
Para más información, recomendamos la lectura del artículo «Aproximación bioética a las terapias reparativas. Tratamiento para el cambio de la orientación sexual» de Gabriel Jaime Montoya Montoya.
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